“- ¿Cuándo empezarán los dolores?
- En tres meses
- Entonces el día 30 del mes anterior me quiero morir”
Una sandía. Una sandía era lo que quería comer antes de morir. Sus familiares fueron desde Holanda hasta España para conseguir uno de sus últimos deseos. Una mujer holandesa decidió terminar con su vida antes de que la enfermedad lo hiciera con ella. Le detectaron un cáncer que no tenía solución.
Decidió cuando acabaría su vida.
“Se puso fecha”, así lo cuenta Don Ángel Arrébola, un sacerdote de Zaragoza que recuerda cómo la hermana de su tía holandesa pidió la eutanasia.
“Uno de los favores que nos ha hecho Dios es no decirnos el día que vamos a morir, ‘No sabéis ni el día ni la hora’ (Mt. 25:13)”, seguía Arrébola, si supiéramos el día que la muerte va a tocar a nuestra puerta puede que nuestra vida fuese completamente diferente, “no viviríamos, ¿Tú sabes lo que es para una persona saber que te mueres tal día?”.
Estaba el mayordomo de Salomón y un día llaman a la puerta. Entonces abre y era la muerte. Éste se asustó y salió corriendo, cogió un caballo de las caballerizas, atravesó el desierto, el caballo se le murió, siguió caminando. Hizo una noche, siguió caminando, un día más. Entonces al siguiente día por la noche vio un oasis, en un sitio apartadísimo. Piensa “por fin me he librado”, y cuando llega se encuentra a la muerte. Y le dice: “oye, perdona, ¿me lo puedes explicar? He venido corriendo para huir de ti, cuando venías al palacio, ¿por qué me has dejado huir?”. Y le contesta: “No, yo cuando te vi salir no iba a por ti. Pero cuando te vi pensé: espero que no vaya muy lejos porque tenemos una cita mañana por la tarde en el oasis” (Leyenda de la Mishna, libro de interpretaciones de los rabinos judíos de la Torá).
Nadie sabe cuándo, pero, por mucho que corras, tú también tienes una cita con ella.
Realizado por: Loli Luzón
Editado por: Claudia Gota y Madalina Panti
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