Beatriz Urriés es madre de Ariadna, de 7 años y Alejandro, de 11, ambos con altas capacidades. Lleva años luchando para que sus hijos sean reconocidos como tal y reciban ayuda en el colegio, sin obtener ningún tipo de respuesta. Por ello, decidió contactar con profesionales y acudió a la Asociación Aragonesa de Altas Capacidades, Sin Límites. Actualmente forma parte de la junta directiva y lleva a sus hijos a la asociación a realizar diferentes actividades.
-¿Cómo supiste que tus hijos tenían altas capacidades?
-Con Alejandro lo detectamos porque ya desde que nació el desarrollo era diferente al del resto de los niños. Veías que fijaba la mirada, que te seguía. Y luego ya, es que empezó a hacer todo enseguida. Con seis meses tenía una mariposa que tenía 18 melodías y entonces un día escuché que siempre sonaban cinco y dije “se habrá roto”. Me asomé y lo vi que se había aprendido sus cinco canciones favoritas y en qué número estaban, entonces le daba al pulsador deprisa para saltar todas y hacía la secuencia siempre y a mí eso fue lo que más alucinada me dejó. Y de allí ya para arriba. Con un año te decía “mamá, tengo dos galletas, dame tres, que quiero tener cinco” y tú decías “pues ya ha hecho una suma”. Con 17 meses empezó la guardería y la directora me lo dijo enseguida. Con la segunda fue diferente porque ya sabes de qué va el tema y entonces a los tres meses la ves y dices “me parece que va a ir por el mismo camino”. Eso sí, Ariadna es una niña super sensible y todo le afecta mucho, de hecho, no come carne, no come pescado y en mi familia nadie es vegetariano. Y ella desde los dos años dijo que a los animales cuando los crías para eso sufren.
-¿Ella misma lo explicaba?
-Sí, sí, que dices “pero con dos años, ¿tú eso dónde lo has visto?”. Y además yo le decía “mira estas vacas que crecen en libertad” y me decía “pero al final las matan, ¿no?, porque te las estás comiendo”.
Actualmente Ariadna está en 2º de primaria y Alejandro en 6º. Urriés no ha conseguido que su hijo pueda pasar de curso, pese a haberlo intentado en varias ocasiones: “En Aragón saltar de curso es una misión imposible. Yo lo he solicitado porque lo solicitó mi hijo. A mí la idea de saltar un curso me asustaba, no es algo que a mí se me hubiera ocurrido hacer, pero lo pidió él y no, no. Aquí el servicio provincial funciona muy mal para eso. Fui desde el primer día esperando nada, porque es lo que he esperado siempre, nada”. Asegura que infantil fue una pesadilla para sus hijos ya que se aburrían, no entendían por qué la profesora repetía la misma idea una y otra vez y empezaron a no querer ir, a desmotivarse: “Mi hijo en primero de infantil sabía leer, sabía escribir, sabía sumar, restar, multiplicar y dividir, pero sabía leer fluido y cogía, a lo mejor ibas a una clínica y te decía “mira, radioterapia”, que la gente decía “¿radioterapia? Pero si hasta a mí me cuesta leerlo” y él tenía todavía tres años y lo veías que iba deletreando palabras por la calle. Entonces, llegas a la primera tutoría y te dice la tutora que está alucinada, que su desarrollo cognitivo y su nivel madurativo era muy elevado con respecto de sus compañeros, ya no estoy hablando de conocimientos. Les nombras que crees que tiene altas capacidades y ahí se ha acabado todo”.
"Me acuerdo que me puse los datos en el móvil para poder acceder a Google en cualquier sitio y poder dar respuesta a lo que me estaban preguntando"
Esta madre ha tenido que hacer un gran esfuerzo para ayudar a sus hijos a llevar bien la situación emocionalmente y a que puedan encontrar motivaciones fuera del colegio. Alejandro toca el violín –desde los dos años–, la batería y la guitarra y su hermana hace danza y le gustaría entrar al conservatorio para aprender a tocar el piano. Ambos estudian inglés y francés en el colegio, pero Urriés asegura que no estudian idiomas como una actividad extraescolar porque “cuando les das acceso a materias que dan en el colegio el problema se agranda”. En el caso de Alejandro, empezó hace un tiempo a interesarse por materias del colegio como la química o la física: “Si tú le preguntas sobre física y química sabe un montón, pero como está en sexto, en el colegio no ha dado. En el caso de Ariadna es diferente porque no le ha dado por interesarse por materias del colegio, entonces, aunque en clase se aburre porque lo que enseñan lo aprende muy rápido, no lo tiene adquirido de antes porque no lo ha visto. Acaba cansada, pero es diferente. Y luego es una niña muy creativa, le gusta dibujar, entonces con cualquier cosa se entretiene, el otro no, el otro lo odia”.
Ni Ariadna ni Alejandro sufren problemas de acoso en el colegio, aunque no sucede en todos los casos. Sus amigos saben que tienen altas capacidades y aun así no les tienen ningún tipo de envidia: “De hecho, los míos son de los que invitan bastante a cumpleaños, tienen una vida social bastante activa”, explica Urriés.
“La gente tiene un concepto que no es real. La gente piensa que un niño que tenga altas capacidades enseguida va a tener problemas y se va a volver loco"
-¿Son niños que destacan?
-Estos no tienen fracaso, son de los que sacan nueves y dieces. Bueno, y Alejandro ha tenido exámenes que me han dicho las profesoras “mira, ha sacado un 6’75 en este examen y yo sé que lo sabe hacer todo, pero es que ha pasado del tema”. Lo que pasa que él mismo cuando ve la nota se pone las pilas, porque para él menos de nueve no es viable.
-¿Y en casa cómo es el día a día?
-Pues en casa el día a día es que te levantas por la mañana con mucha energía a tu alrededor y a las once de la noche tienen la misma energía que a las ocho de la mañana. Entonces estás muerta y ellos siguen por ahí. Una vez empezamos a leer un libro que se llama “Tranquilos y atentos como una rana”, que es de mindfulness de niños y estaban ahí los dos super tranquilos, super relajados y digo “bueno, pues ahora ya a dormir”. Acabamos y de repente dice Alejandro: “bueno, ¿ya me puedo levantar?” y se levantó y se fue, y Ariadna me dijo “mamá, ¿me pones unas sumas?” y yo “¡pero si son las once de la noche y acabamos de relajarnos!, ¿no os podéis dormir?”.
Pero afortunadamente los míos –que no todos–, son bastante autodidactas, y puedo dejarlos solos, porque si no estaría agotada. Bueno, yo, de hecho, me acuerdo que me puse los datos en el móvil para poder acceder a Google en cualquier sitio y poder dar respuesta a lo que me estaban preguntando, porque era como… ¡Espera, que no lo sé!
-¿Hacen preguntas muy raras?
-Sí. A él le da por hacer preguntas de ciencia que ahora yo ya no puedo seguir porque se está leyendo un libro que es de Bosón de Higgs y conozco una profesora que es de físicas de la facultad y me dijo “si yo tuviera que hablar de eso ahora, tendría que repasar apuntes”. Y las de ella son más existenciales, o más de acertijos que te hacen pensar.
En cuanto a los estereotipos que hay en la sociedad sobre las altas capacidades, esta madre piensa que “la gente tiene un concepto que no es real. La gente piensa que un niño que tenga altas capacidades enseguida va a tener problemas y se va a volver loco. Luego está también el tema emocional, como tú seas”.
Tanto Urriés como su marido también tienen un cociente intelectual por encima de la media. Por eso, conocen de cerca la situación y siempre les han enseñado a sus hijos que se trata de una capacidad que puedes desarrollar o no y que “no sirve para nada si tú no quieres que sirva para algo y que te lo tienes que ganar al final y tienes que luchar y eso es con esfuerzo”. También les han explicado que siempre habrá gente mejor, “porque no puedes ser el mejor en todo y habrá una cosa que se te puede dar super bien, e incluso en eso siempre te encontrarás a alguien que sea mejor que tú y la gente que hace las cosas mejor que tú siempre es bueno tenerlas a tu alrededor para aprender más, porque si no, dejas de aprender”.
Realizado por: Raquel Plou
Editado por: Irene Ibáñez y Loli Luzón
ETIQUETAS: #altascapacidades, #niños, #educación
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