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Foto del escritorClaudia Gota

Tecnología y educación, un Laboratorio de Oportunidades por dentro

Actualizado: 20 feb 2019


“Si algún día vienes cansado te puedes sentar en los puffs” me dice Raquel, de 15 años.


Y es verdad, no tardo mucho en comprobarlo; al atravesar la puerta del aula mi mirada se detiene en el intenso naranja de los dos grandes sillones de bolitas que descansan en la entrada. Un detalle pequeño, es cierto; pero también muy significativo. Solo son dos asientos de forma indefinida y colores vivos, y a la vez, son toda una declaración de intenciones. Aquel puff está diciendo: "esto no es una clase convencional". Ese sillón está anunciando: "aquí no te vamos a castigar por no sentarte recto".


Hoy, sin embargo, los dos asientos naranjas están desocupados. Nadie parece cansado. Sentados en mesas circulares con sillas de colores y un ordenador para cada uno, chicos y chicas charlan animados. Nadie se lo impide, al fin y al cabo, la conversación es algo fundamental en el proyecto, y el intercambio puede ser origen de grandes ideas. Tan solo cuando Gabi alza la voz para hacerse oír entre los presentes, el barullo general disminuye. En DeliCL@b hay pocas normas, la primera de ellas es: "Cuando uno habla, los demás escuchan".

Esta tarde van a seguir creando sencillos videojuegos, anuncia Gabi. Una lección poco habitual en los institutos españoles, pero ¿qué hay de habitual en las clases del DeliCL@b? Los alumnos asisten voluntariamente, dos tardes a la semana; Gabi y Bárbara, los responsables, se niegan a llamarse profesores; los adolescentes pueden decidir qué temas quieren aprender; y las tecnologías más punteras se convierten en protagonistas del aprendizaje. Nada es habitual. ¿El resultado? Unas clases “más divertidas, más entretenidas y más molonas”, señala Jorge, de 14 años.


Sin embargo, el objetivo del DeliCL@b no es crear unas clases molonas (no solo eso al menos), sino ayudar a jóvenes de barrios vulnerables en su crecimiento personal y en la mejora de su empleabilidad. Con este propósito, Gabriel Pérez (tecnólogo) y Bárbara Marqués (educadora) se encargan de transmitirles competencias digitales y conocimientos tecnológicos, así como habilidades para la vida y el empleo.


“Ahora mismo, en cualquier trabajo se requieren conocimientos sobre nuevas tecnologías. Por eso creo que esto les puede ayudar muchísimo para su futuro laboral” explica Gabi. No se trata solo de una opinión, son muchos los estudios que avalan el creciente peso de las destrezas tecnológicas. Los últimos datos proporcionados por CEDEFOP (Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación profesional) afirman que el 90% de los puestos de trabajo requerirán en un futuro cercano algún tipo de competencia digital. Sin embargo, el 45% de los españoles ni siquiera poseen las destrezas digitales más básicas, según el Informe DESI 2018 de la Unión Europea.


Por ello los chicos tienen claro que lo que hacen dentro del aula les puede servir también fuera de ella. “Imagínate que estoy en una empresa, les puedo decir que yo llevo la web” apunta Raquel. Aunque, eso sí, para la mayoría lo más importante sigue siendo aprender. “No tengo mucha experiencia ni conocimiento en estos temas por eso quiero aprender un poco de todo”, explica Sofía, de 13 años.


"Estamos aprendiendo sobre temas que nos gustan, que hemos elegido nosotros"

Es ahí precisamente donde radica el éxito de DeliCL@b, en conseguir despertar en los jóvenes el deseo por aprender, un logro del que no se pueden jactar todos los docentes. En este caso, Gabi y Bárbara lo están consiguiendo con una clave tan sencilla como eficaz, ayudar a los alumnos a aprender lo que quieren aprender. “Estamos aprendiendo sobre temas que nos gustan, que hemos elegido nosotros. Por ejemplo, ahora sobre temas de juegos, luego edición, páginas web, nuevas tecnologías…”, “no tenemos que estar aprendiendo algo a la fuerza”, explican Ángel Gabriel (14 años) y Jorge, respectivamente. Percepciones que coinciden en buena medida con los propósitos de sus educadores: “Lo que pretendemos es enseñarles una base de todas las tecnologías y herramientas con las que trabajamos para que luego ellos desarrollen las que más les gusten. Es un espacio libre en el que vienen a aprender lo que ellos quieren”, comenta Gabi.


Me pregunto entonces qué es lo que estos jóvenes quieren aprender y un vistazo a la pared me basta para descubrirlo. Sobre una pared de cristal al fondo de la clase, los estudiantes han pegado post-its de colores en los que se puede leer cuáles son sus intereses. ‘Edición de fotos y vídeos’, ‘Creación de páginas web’, ‘Diseñar apps’, ‘Programar’ o ‘Aprender a usar la impresora 3D’ son algunos de ellos.




La lección de hoy, creación de videojuegos, también se incluye en su lista. No obstante, al observar la dinámica, comprendo que lo único importante no es qué se aprende sino también cómo se aprende. Gabi explica, ellos atienden. Y entienden. O no. Preguntan, y vuelve a explicar. Se pierden, y vuelve a explicar. Sin reproches, sin prisa. “No son tan estrictos, no mandan deberes, nos lo explican mil veces si hace falta” agradece Raquel, a lo que su compañero Franklin (17 años) añade: “Y no hay negativos ni amonestación”. Un ambiente distendido, en el que los adultos se colocan en un nivel horizontal y no de superioridad, en el que los adolescentes no se ven atenazados por notas o castigos ni presionados por los límites de tiempo establecidos.


Y un espacio en el que la creatividad y la iniciativa se convierten en piedra angular. Al comenzar la sesión, los jóvenes se dividen en tres grupos o comisiones – guardianes del espacio, contadores de historias y recolectores de ideas – cada una de las cuales se encarga de llevar a cabo una tarea distinta: gestionar el aula y los materiales, difundir la actividad del DeliCL@b en redes, y exponer nuevas propuestas. “Se trata de que dinamicen ellos mismos el espacio con sus ideas y que tengan un rato para ser creativos y trabajar en grupo. Después, Gabi desarrolla una explicación cortita para que no se cansen y, a continuación, ellos practican con lo que les ha enseñado. Siempre intentamos dejar tiempo al final para que ellos investiguen o se metan en páginas nuevas, que tengan espacio para volcar sus inquietudes en voz alta dentro del aula” explica Bárbara que, como educadora, se encarga de observar la evolución de los alumnos e “intentar darles herramientas para que vayan mejorando a lo largo de los meses”.


"¿Y hoy qué hacemos?"

Para que esta nueva metodología funcione ha sido imprescindible la colaboración de los alumnos, que cuando iniciaron el proyecto no estaban acostumbrados a esta forma de trabajo más libre e imaginativa. “Son muy participativos y conforme van entendiendo la dinámica del espacio se van soltando. Es verdad que al principio preguntaban mucho: ‘¿Qué vamos a hacer hoy? ¿Cómo lo vamos a hacer? ¿Pero yo qué hago ahora?’. Ahora, poco a poco, ya van cogiendo el ritmo y ellos se van apropiando del espacio, que es el objetivo que teníamos” explica Bárbara, en la misma línea que su compañero Gabi: “Nosotros también queremos trabajar el emprendimiento. En las primeras clases, venían y no sabían qué hacer, siempre decían: ‘¿Y hoy qué hacemos?’ Y tiene que ser algo totalmente diferente, que vengan y digan: ‘Hoy quiero hacer esto’”.


Con la elasticidad propia de las mentes jóvenes, los chicos y chicas de DeliCL@b no han tardado en adaptarse al mecanismo del proyecto y ahora proponen, buscan y contactan ellos mismos con aquellas empresas que les resultan más atractivas. Hoy Gabi tiene una buena noticia, sus compañeros del grupo del lunes y miércoles han conseguido que la compañía zaragozana SomosMasvisual acuda la próxima semana a su Laboratorio de Oportunidades para darles a todos una charla sobre páginas web. Ellos aplauden encantados a sus compañeros, parece que el esfuerzo comienza a dar sus frutos, y se dan cuenta de que son capaces de tomar la iniciativa, plantearse qué es lo que quieren y aprender cómo pueden conseguirlo.


"Incluso se están convirtiendo en sus propios maestros" pienso al ver cómo se explican los unos a los otros aquel último paso en el que se han perdido mientras o cómo varias cabezas se concentran frente al mismo ordenador tratando de resolver un único problema. “Entre comisiones nos ayudamos mutuamente cuando tenemos que mirar algo, pensar o buscar información”, me explica Ángel Gabriel. “Trabajar cooperando es mejor, es más fácil y te relacionas”, “si alguien no viene una tarde, lo ponemos al día”, dicen también Sofía y Franklin.



Y así, los conocimientos que pasan de los profesionales a los adolescentes y que se repiten después de boca en boca entre los estudiantes van formando una nube de inteligencia colectiva sostenida sobre esa red espontánea de cooperación. Una red que, además, ayuda a fortalecer los lazos entre todos los integrantes. “Hay muy buen ambiente, se está creando un clima muy agradable dentro del laboratorio” dice Gabi, mientras Raquel se refiere a él y a Bárbara del siguiente modo: “Son muy majos, son como dos padres”.


La cooperación en el aula fomenta el desarrollo de la inteligencia colectiva

Este sentimiento de cercanía se ve favorecido por la atención individualizada que recibe cada estudiante como complemento a la formación en grupo. En los Laboratorios de Oportunidades tienen muy presente que todas las personas evolucionan a un ritmo diferente y por ello se concede tanta importancia a la personalización del aprendizaje y es tan esencial el papel de los educadores como Bárbara, que se encarga de guiar a los jóvenes en un viaje de autodescubrimiento y potenciación de sus propias habilidades.


Integrantes de DeliCL@b. Fuente: Instagram

Con todo lo aprendido como bagaje, en la segunda mitad del curso los alumnos estarán preparados para emprender su propio proyecto, de forma individual o en pequeños grupos y tutorizados por los profesionales. Además, sus trabajos irán orientados a mejorar espacios o situaciones del barrio, uniendo así el factor tecnológico con el factor social.


Estos proyectos se convertirán en el resultado visible de un programa en el que la oportunidad que se les da a los chicos de ser imaginativos, explorar, y poner en común sus ideas y propuestas resulta tan importante como la parte teórica. En definitiva, el objetivo de Labs4opps no es limitarse a transmitir una serie de conocimientos, la verdadera finalidad es que las nuevas competencias técnicas adquiridas sirvan para acompañar y enriquecer el crecimiento personal de cada joven. Como afirma Bárbara: “La idea es que a través del manejo de las nuevas tecnologías desarrollen unas capacidades, una seguridad en sí mismos, una facilidad para tomar decisiones y para empoderarse”.


¿Quieres conocer mejor cómo es DeliCL@b por dentro? Pincha aquí para acceder al vídeo.



Realizado por Claudia Gota

Editado por Candela Canales y Raquel Plou


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