Norman Bates, Hannibal Lecter o McMurphy no son personajes desconocidos. Son aquellos individuos impactantes, extravagantes, peculiares o atípicos que hemos visto durante estos años en la pantalla del cine. Nos atrapan, pero a la vez nos hace preguntarnos si en realidad existe gente así y pocas veces podemos llegar a pensar que estos personajes de ficción pueden estar inspirados en la vida real.
“Si la psiquiatría no hubiera existido, las películas habrían tenido que inventarla. Y en cierto sentido lo han hecho”. Irving Schneider
La relación entre cine y psicología y psiquiatría viene de muy antiguo. El cine nace como una industria, un negocio, pero para que sea rentable debe contar historias que despierten el interés del espectador o que por lo menos le entretengan. Desde 1895 hasta 2004 los argumentos de las películas han sido básicamente extraídos de novelas, obras de teatro o se han basado en una "historia real”, siendo los guiones originales un número reducido en comparación con el resto de la producción. Según relata el psiquiatra y crítico Albert Solà en su libro Cine y Psiquiatría, la mayoría de los argumentos se basan en situaciones que reflejan la conducta del ser humano, sus pasiones, sus dramas, sus sueños...en los cuales "el espectador puede verse reflejado o simplemente sentirse cómplice de las emociones de su protagonista".
El cine suele ser, en la mayoría de los casos, el único modo que tiene el público de acercarse al fascinante mundo de la locura, convirtiéndose así en el único referente. Se convierte en un mundo lleno de posibilidades que mostrar y con las que despertar la curiosidad del espectador, que, según el psicólogo y crítico Daniel Arana, lo convierten en “un mecanismo muy interesante para dar a conocer las enfermedades mentales igual que tantas otras cosas”.
Por desgracia, pocas veces le llevan al entendimiento real de la enfermedad, pues en la mayoría de las ocasiones se basan en estereotipos del trastorno más que en sus características reales o se tiende a edulcorar el trastorno, trasladando una imagen dulcificada e ingenua del enfermo mental. Tal como opina la psicóloga Beatriz Vera en su libro, Imágenes de la locura, es común también la confusión entre trastornos, y la mezcla de síntomas de unos y otros. "En muchas ocasiones, el trastorno ha sido utilizado como mero elemento de explicación o justificación de conductas de otro modo inverosímiles, o de finales completamente fantasiosos que de otra manera hubieran resultado incongruentes", explica la psicóloga. “El tema de la locura cuando se banaliza nos lleva a derroteros bastante peligrosos y preocupantes porque primero la locura se convierte en un tema novelesco, un tema de película, a veces incluso para justificar ciertas actitudes violentas, es decir que de alguna manera se juega mal el sentido de la locura y lo terrible de esto que está al pie de la calle y forma parte de nuestras vidas”, afirma Arana.
Son muchas las películas que han retratado diferentes patologías representadas habitualmente en géneros de suspense o terror, casi siempre como incontrolables y peligrosas. Carlos Gurpegui, periodista y crítico de cine, recalca que el cine se adentra en el subconsciente, pero también “en la construcción de imaginarios, arquetipos y estereotipos, más las modas, más los caprichos de la industria”. "Visibiliza la salud mental o su ausencia, claro, pero como representación", incide. Muchos psicólogos y psiquiatras opinan que la imagen que ha transmitido no es demasiado acertada, y ha ayudado a perpetuar mitos y estigmas sobre las enfermedades mentales durante décadas, unas con más importancia que otras.
Él (1952) de Luis Buñuel, (alerta spoiler) para muchos no será ni considerada una película que trata sobre una enfermedad mental pero lo cierto es que sí. En ella vemos reflejados los celos o también llamado en psiquiatría celotipia paranoide. Buñuel retrata perfectamente los celos patológicos que van absorbiendo al personaje de Francisco en una espiral de paranoia y delirio. Pero no solo refleja el problema mental sino también la incomprensión a la que se ve sometida la mujer, Gloria, que no recibe el apoyo ni de su familia ni de la iglesia, en una sociedad profundamente machista que culpabiliza a la víctima. Ese Buñuel de 1952 no estaba tan lejos de retratar una realidad que hoy en día también podría ser posible. Nunca nos habríamos imaginado “cómo los celos llevados al paroxismo digamos estaría muy cerca de la locura y ahí queda patente también con las acciones y sobre todo con las cosas que el protagonista va diciendo y va diciendo especialmente a la mujer de la que está enamorado y a la que hace partícipe y víctima de su enajenación mental”, afirma Arana.
Fotogramas película Él (1953) de Luis Buñuel. Fuente: relatosehistorias.mx
La película fue un fracaso en su estreno, pero hoy es considerada como una de las mejores del cine mexicano. Incluso, afirmaba el propio Buñuel que es célebre entre los médicos, quienes la exhiben en clases de psiquiatría para ilustrar los casos de paranoia.
Damos un pequeño salto y pasamos a la década de los sesenta, concretamente a 1961 donde encontramos Psicosis de Alfred Hitchcock, una película considerada mítica dentro de la historia del cine (alerta spoiler). Aunque para muchos no pasa de ser una película de terror en la que un individuo mata a cinco personas, en realidad lo que quería Hitchcock era representar a una persona que posee una enfermedad mental. En este caso nuestro protagonista será Norman Bates, marcado por la figura más cercana de su vida, su madre. Este rasgo será representado como analogía de la relación que tenía el propio cineasta con su madre.
La parte de realidad que utiliza Hitchcock en Bates es la explicación de cómo Norman no tenía padre y por ello adquiere una relación muy cercana, casi enfermiza con su madre, y cuando la madre decide rehacer su vida con otro hombre, estalla y decide asesinar a su padrastro y a su madre. A partir de aquí, hay especialistas en salud mental que consideran que esta trama atiende a un diagnóstico de trastorno de identidad disociativo, al considerar a la madre de Norman como una segunda posibilidad que termina dominando por completo su mente. Pero desde otro punto de vista, algunos opinan que se trata de esquizofrenia paranoide, de forma que la madre sería la creación delirante y alucinatoria de Norman, no una segunda personalidad. Sea como sea, todos tenemos claro que el personaje padece una de estas patologías. Lo que no tenemos tan presente es si las representa de alguna manera. La psicóloga Paola Pérez cuenta que todos asociamos Psicosis con la imagen del cuchillo y la ducha, una imagen muy potente que nos impacta a todos pero “el error lo cometemos cuando tomamos esa imagen para relacionar con una persona que tiene psicosis y no es así”.
Extracto Psicosis (1961) d Alfred Hitchcock. Fuente: Canal de YouTube Movieclips.
Daniel Arana incidía en que claramente en este caso prima la ficción sobre la locura. “El loco no es necesariamente un Norman Bates, es decir, la locura al final es una cosa mucho más banal que toda esa heroicidad o todo ese exceso que a veces es el cine”. El crítico Carlos Gurpegui coincide y apunta que Hitchcock introduce algo diferente a todo lo anterior, “incorpora la dualidad, el esquizofrénico peligroso, el mal en nuestro cotidiano, en nuestra propia familia. La mano que mece la cuna", explica. Parece que ya no hay tiempo para los héroes de antes. "Ahora es el momento de otra estrella, el psicópata, como bien apunta Jesús González Requena", recalca Gurpegui. Un psicópata que puede ser cualquier persona que nos rodea en nuestro día a día y que en muchas ocasiones un pequeño acontecimiento puede desestabilizar la mente por completo.
No nos podemos olvidar de la psiquiatría, que también está presente en esta película con el doctor Richmond. Es esencial analizar su papel para saber cómo se representaba esta rama de la medicina. En muchas ocasiones estará asociada a los tenebrosos manicomios o a técnicas como la lobotomía y el electroshock, pero en este caso Hitchcock lo utilizara como figura esclarecedora de los hechos, ya que considera que hay cosas que solo pueden resolverse a través de la psiquiatría. Sin embargo, cuando el policía le pregunta acerca de la culpabilidad de Norman, éste le responde que se limita a dar una explicación sobre los hechos, no a negarlo. Y cuando el ayudante del inspector le pregunta si puede darle una manta a Norman porque tiene frío, el psiquiatra se limita a sonreír y a encender un cigarrillo. “Al final el psiquiatra de turno hace un diagnóstico sobre Norman Bates, que hoy por hoy es un diagnóstico que puede sonar irrisorio, pero realmente no se sabía mucho más sobre la locura”, afirma Arana. Por tanto, podemos decir que aquí no tiene una función relevante porque no era el aspecto en el que quería incidir Hitchcock.
Es evidente que la película se mueve en el mundo del psicoanálisis y ya sabemos que esta doctrina pretende esclarecer todo, aunque siempre bajo la rigidez del esquema interpretativo del cine en la época.
¿Sabías qué?
En su estreno fue duramente criticada, aunque obtuvo muy buena acogida por parte del público. Hitchcock rodó el estrés de un gran secretismo y una cuidada estrategia comercial que hicieron que el público se entregara a ella. Quiso en todo momento se creyera que la madre era real, tanto es así que hizo correr rumores sobre castings sobre el personaje durante todo el rodaje de la película.
En los setenta volvieron a ponerse de moda las películas en las que aparecía la figura del psiquiatra como elemento represor. Se muestran problemas esenciales de la tradición en la que se basan muchas instituciones mentales: la sobre diagnosticación, la minusvaloración del interno como agente responsable de su propia vida, el encasillamiento de las personas usando etiquetas diagnósticas, y los métodos invasivos para cambiar los patrones de conducta. En este contexto, Alguien voló sobre el nido del cuco (1975) de Miloš Forman, alcanzó gran éxito de público y crítica.
(Alerta spoiler). Aquí encontramos diversos personajes con problemas mentales que están ingresados en el escenario de la trama, un psiquiátrico. Arana considera que aborda el tema de la locura de una manera no más interesante sino más fiel a la realidad debido al auge de la antipsiquiatría de las enseñanzas de Jacques Lacan, “a partir de ahí se nos enseña todo un submundo de locos encerrados en un psiquiátrico como si fuera una cárcel”. De hecho, en la película aparece un solo psiquiatra, hombre en este caso, que en realidad no desempeña un papel importante, sino que se limita a actuar como un administrador, en una intervención fugaz. La protagonista es una mujer en este caso, la señorita Ratched que es la enfermera jefa. Esta es una de las primeras películas donde se introduce a la figura femenina como protagonista, aunque en realidad competirá con el nuevo enfermo McMurphy, para mantener el poder en la institución mental.
La figura de McMurphy es esencial, no como representación de un determinado trastorno sino porque representa a la figura rebelde e inadaptada que la enfermera intentara corregir primero con medicación que los deje incapacitados para reaccionar y posteriormente con el electroshock y una lobotomía, “terapias que se corresponden con la realidad, que se utilizaron hasta que ya fueron prohibidas por la inhumanidad de la cuestión y que de alguna manera se centraba en la locura pero por primera vez dando voz a los locos frente al sistema” declara Arana. “Estas escenas son las que verdaderamente impacta en el espectador y le hace plantearse probablemente si algún día pueda ser sometido a ese “castigo”, afirma Albert Solà.
A pesar de que es una película que roza el límite con la ficción y que puede llegar a herir la sensibilidad del espectador, retrata con bastante fidelidad la situación del enfermo mental en la época como un incomprendido al que se le intenta corregir con terapias poco convencionales; y la situación de la psiquiatría que empiezan a presentarnos como esa institución represora y que claramente tendrá consecuencias tanto a nivel histórico como el nivel de impacto en la sociedad.
Pasamos a la década de los noventa con El silencio de los corderos (1991) de Jonathan Demme (alerta spoiler). Las nuevas seducciones con las que la psicopatía se arrimaba ofrecía otras producciones cercanas a lo que es el género del thriller, tal y como Gurpegui describe, “un guion procedente también de la novela negra de terror, esta vez con estructura en forma de tela de araña, y máximas universales para estar cuerdos, como ese “codiciamos lo que vemos”. Si hay una película en la que se ofrezca la imagen de dos psicópatas totalmente diferentes es en ésta, donde hay una trama protagonizada por dos enfermos mentales que, aunque presentan similitudes en sus síntomas, son diferentes.
Por un lado vemos un Hannibal Lecter que encarna el perfil de serial killer como un psiquiatra de renombre con conductas caníbales y claramente asesinas. Por otro, tenemos a Buffalo Bill que encarna ese papel como un hombre que asesina por placer para lograr su principal objetivo que no es otro que conseguir un traje de piel humana para poder convertirse en mujer. Pero por ejemplo a Lecter no lo vemos como un simple psicópata, sino que a través de la mirada de Clarice, lo veremos reflejado como culto, educado e inteligente y Bill como al asesino perturbado que siente placer al matar y con sus actos buscan un objetivo concreto. Es por ello que el espectador adquiere un sentimiento paradójico hacia el psicópata, por un lado, rechazo y por otro respeto y admiración. Claramente no podemos obviar la gran parte de ficción que posee esta película, pero sí que podemos reconocer que al menos intenta mostrar que el psicópata también puede despertar empatía porque al fin y al cabo es una persona que ha llevado también una vida sin enfermedad mental.
La figura del enfermo mental con Hannibal Lecter. Fuente: Canal de YouTube de Juan Carlos Pérez.
En cuanto al personal de la institución mental, encontramos al Dr. Chilton que aparece como un hombre extrovertido cuyos comentarios pueden resultar ofensivos; y el enfermero Barney que aparece representado como un hombre que trata con respeto a todos los pacientes. La representación de una institución mental donde los pacientes considerados peligrosos están controlados con altas medidas de seguridad y tomando muchas precauciones para las visitas. De vez en cuando, si el paciente no se comporta de un modo adecuado, se le castiga de alguna manera, aunque no se habla de castigo físico ni de ningún tipo de agresión. Además, la historia de Buffalo Bill no se desarrolla en un centro de salud mental y tampoco se hace alusión a ningún tipo de tratamiento.
El siglo XXI ha supuesto un cambio en el cine ya no solo a nivel creativo sino también a nivel de guion donde las historias están más cuidadas, o eso parece a simple vista. Una de las muchas películas que trata un trastorno mental es Múltiple (2017) del director M. N Shyamalan, que llegó a recaudar 278,5 millones de dólares con su estreno. La historia de Kevin engancha al espectador desde el primer momento que secuestra a las dos chicas. Pero lo que parece ser solo una película de suspense, pronto se comienza a complicar. El espectador observa atentamente las regresiones que tiene el personaje hacia otras diferentes que habitan en su interior como Barry, Patricia, Dennis o Hedwig. Estamos ante un caso de trastorno de personalidad disociativo.
Tráiler Múltiple (2017) en español. Fuente: Canal de YouTube Las Horas Perdidas
En este sentido, aunque sea una película encuadrada en el género del suspense o del terror, tiene como temática principal el TID, una enfermedad que sufren 1,5% personas en el mundo y donde refleja buena parte de los criterios diagnósticos y el curso clínico habitualmente descritos para este trastorno. Eso sí, no hay que olvidar que Shaymalan juega con el límite entre ficción y realidad. Muchos psicólogos advierten que no es la representación más fiel de esta enfermedad ya que es imposible, al menos por ahora, que alguien tenga veintitrés personalidades diferentes. Paola Pérez afirma que “es una exageración muy grande y sé que es ficción y que hay que verlo así pero desde luego no es realista y no ayuda a normalizar esa enfermedad”. Muchas asociaciones de salud mental alegan que induce a personas que no tienen más información sobre los trastornos que la que obtienen a través de películas a pensar que las personas que los sufren son peligrosas y de naturaleza agresiva como sucede en este caso. Volvemos a tener la imagen del trastorno mental como una persona peligrosa que secuestra a personas, las encierra en su casa y las asesina. Carlos Gurpegui considera la película como "heredera de Craven, Cronenbergh o Lynch y de ese gran guignol del psicópata para el consumo de millennials" que, sin embargo, “es más cercano al suspense y a los sustos que al cuestionamiento social de lo diferente”, opina el crítico.
La psiquiatría también está representada en este caso bajo el término de “terapia”. Barry, que es la personalidad protectora de Kevin, visita de forma regular a una psiquiatra, la Dra. Fletcher. Ésta mantiene la hipótesis de que las personas con personalidad múltiple pueden alterar la química de su cuerpo a través de la autosugestión, debido a las creencias que mantiene cada una de las identidades sobre su propia naturaleza. Para la psiquiatra, las personas con TID (Trastorno Identidad Disociativo) pueden desarrollar el “potencial humano” en un grado mucho mayor que quienes no tienen el trastorno. Pero esta imagen y la que se da de la enfermedad puede ser un tanto desacertada para aquellos que tengan TID.
Queda reflejado que el cine y la psiquiatría poseen una relación muy estrecha y que estas películas son solo una pequeña representación de lo que es la salud mental en el inmenso mundo del celuloide. Las enfermedades mentales para bien o para mal, se visibilizan, aunque muchos piensan que tiene que mejorar esa imagen. Daniel Arana opina que " tiene que tener un asesor, alguien, que conozca las enfermedades mentales porque el desconocimiento de tal cosa haría peligrar probablemente ya no la normalización, que es importante, sino también la verosimilitud de aquello que se está contando o a lo que se pretende dar voz". Aunque Gurpegui opina que debe de haber personas con sentido común en la producción y artistas libres y coherentes tras la cámara, pero que en ocasiones "nos sorprenderíamos al descubrir quién estereotipa más". La honestidad de la voz del director o guionista, así como la manera de crear el relato pueden ser claves a la hora de crear historias que representen la verdad de estas patologías, aunque esté implícita muchas veces la ficción. El lenguaje también será un elemento esencial para abordar el tema de la locura, aunque no debemos olvidar que en el cine siempre prima la imagen. Quizás lo que el espectador tiene que tener presente es que una película no deja de ser una representación y no la realidad misma.
Realizado por: Madalina Panti
Editado por: Irene Ibáñez y Loli Luzón
ETIQUETAS: #cine, #psiquiatria, #saludmental, #cineysalud
Comments